Las puertas del placer no se abren de forma brusca. El ambiente, los besos, las formas de desnudarse y entrar en contacto, las caricias viajeras, el estímulo de las zonas erógenas y los cambios de ritmo, de acuerdo a las técnicas orientales de las sexualidad energética, permiten abrirlas suavemente, pero de par en par.
El hombre debe hacer toda clase de preparativos antes de entrar en acción y, antes de abordar los preliminares propiamente dichos, debe crear un ambiente propicio y emplear hábilmente su psicología, antes de acometer el más mínimo avance físico.
CINCO PASOS PARA LA MAESTRIA SEXUAL
El escenario. No subestimes la influencia de un ambiente de tranquilidad y confianza, sin ruidos inquietantes ni interrupciones. La luz de la habitación tamizada o la oscuridad en algunos casos, la música escogida según los gustos de la pareja y otros detalles son importantes en el juego amoroso.
El aspecto. Aunque la mujer no suele tener dificultad para valorarse y aparecer seductora ante su amante, no ocurre los mismo con la mayoría de los hombres, que a menudo no cuidan especialmente su apariencia física.
La conversación. Un factor fundamental consiste en que el hombre sepa conducir la conversación y sea percibido desde el primer momento en su mejor estado.
Los besos. Para los orientales, al igual que las caricias y los contactos íntimos, los besos deben obedecer a fases largas y progresivas que se suceden unas a otras. El beso sencillo, límpido y sereno, en el que los labios unen sus salivas húmedas, es la primera onda de la ola del amor.
El desnudo. Se puede permanecer de pie al principio, pero hacer que la mujer se siente o, mejor, se tienda, facilita mucho los preparativos. Algunos besos y caricias discretas precederán el momento de desnudarse.
LOS 3 ULTIMOS MOMENTOS
Las caricias.Al igual que los besos, que se van alejando del rostro y el cuello, para repartirse por el resto de las zonas sensibles o erógenas, las caricias se prodigarán por todo el cuerpo, en forma de ligeras presiones, rozamientos, succiones o mordisqueos, excluyendo al principio las regiones genitales y reservando estas partes más exquisitas para más adelante.
Las zonas erógenas.En el hombre, las zonas más sensibles se localizan cerca de sus áreas genitales, aunque también son sensibles, en menor medida, el cuello, los pechos, el vientre, la cara interna de los muslos y los pies. En la mujer, la región que más despierta sus deseos sensuales son los senos, y otras zonas erógenas abarcan desde los párpados, las mejillas y la oreja, hasta el cuello, las caderas, el bajo vientre, la cara interior de los muslos o las axilas, pasando por las plantas de los pies. Según los orientales, cuando el hombre está recorriendo su cuerpo para estimularla, la mujer dirige su mirada hacia la parte que le produce más placer, lo cual indica donde hay que intervenir y esforzarse.
La estimulación genital.Para provocar la excitación en esta etapa, conviene que cada integrante se inspire en lo que hace el otro sexo al masturbarse, y abordarla de forma progresiva.
Una vez puestos los motores en marcha y cuando la excitación ha crecido hasta hacer imperiosa la entrega del uno al otro, llega el momento de la ansiada unión sexual. Es el momento de que –como dicen los orientales- “la barca del amor carnal se deslice sobre ríos de voluptuosidad”. Pero esa, claro, es otra historia..