Él arriba y tú abajo, la del perrito, la carretilla; bueno, las mismas poses todos los días es quizás lo que tiene tu relación fría, sin ganas de soñar con sexo.
Pero todo debe cambiar, te recomendamos inyectarle un poco de creatividad a tu relación, y una buena idea sería jugar a las ataduras, una opción excitante y morbosa. Si decides jugar, te recomendamos dejar un lado la pena y el miedo, elegir un lugar cómodo, donde tu pareja pueda permanecer quieto. Si tienes una cama con patas o cabecero con barrotes, tienes las cosas más fáciles, porque tienes que buscar una postura en la que tú domines a tu chico, y sus genitales estén expuestos a tus caprichos.
Esposas: En cualquier juguetería encontrarás esposas de distintas formas, tamaños y texturas, si vas a usarlas elige unas que no tengan llave para poder abrirlas con rapidez en caso de accidente. Puedes ponerle las manos a la espalda, pero luego no podrás tumbarle porque se hará daño en los hombros, lo mejor son los barrotes y dos juegos de esposas. Si buscas la total comodidad, cómprate cuatro y átale las manos y los pies bien separados. Ahora, piensa en plumas, flecos, claveles, papeles o cualquier cosa con la que puedas hacerle cosquillas en todas partes, también puedes usar tus manos para arañar y cachetear; y tu boca para lamer o morder.
Usa tu imaginación: Su pene será el termómetro que te indicará como se lo está pasando. No tengas miedo, aunque tu pienses que le estás haciendo daño, si no se queja, sigue.
Pacta también, antes de empezar la sesión, si quieres que el placer sea recíproco, puede que tu también sientas curiosidad por experimentar lo que se siente al ser atada, pero puede que no. Déjaselo claro para que no se haga ilusiones.
Cuerdas de seda: Seguro que viste Instinto Básico y recuerda a Sharon Stone con su cinta y sus picahielos. Te propongo que le sugieras una sesión de cuerdas y ataduras. Necesitas una palabra clave, cuerdas (que te recomiendo que sean de seda para que no dejen marcas), y pañuelos (que pueden ser de cualquier tejido), y una silla.
Esta vez se trata de vivir la experiencia de la ceguera durante el tiempo que tú quieras. Puedes sellarle los ojos con esparadrapos, colocarle unas gafas de sol y sacarle a pasear, o prepararle unos cuantos alimentos de distintas texturas y sabores e írselos dando y jugando a adivinar de que se trata; dependiendo de lo malvada que te sientas, puedes hacerle que confunda fideos con gusanos o fresas. Cuando hayas agotado su ceguera, desnúdalo sin decirle nada de lo que le espera, átalo a la silla con las manos atrás y las piernas abiertas, lo demás ya sabes.
En una silla: Coloca un cojín en el suelo entre sus piernas par que tu cara quede situada ya sabes a que altura. Sujétale el pene con la mano con el pulgar hacia abajo. Rodéale el tallo con los dedos y desliza la mano hacia arriba girándola lentamente como si lo quisieras retorcer hasta llegar al final. Luego suelta el tallo y deja que la palma de la mano suba hasta la punta del pene. Vuelve a repetir el ejercicio en sentido contrario.
Continua haciéndolo hasta que no lo pueda soportar, el truco consiste en que tu piel nunca deje de estar en contacto con la suya, de manera que al final no sepa donde empieza su pene y donde acaba tu mano. Ahora, dile que te va a penetrar, forma un puño con la mano y coloca dentro una cantidad abundante de lubricante y haz que el pene penetre tu puño de forma rítmica, cuando el pene está a punto de salir del puño coloca la otra mano, tendrá la sensación de estar penetrando una vagina sin fondo. Si cierras los ojos e imaginas que tu mano es una vagina, sentirás también la penetración.