Uno de los oficios más populares de nuestra época era el afilador, nadie sabe a ciencia cierta cómo llegó a Panamá, unos dicen que fueron los españoles, otros que los italianos.
Usualmente salían como a las siete de la mañana a recorrer las calles de la ciudad capital, se anunciaban utilizando un pito y al irse acercando, empezaba a gritar afilador, afilador, mientras seguía sonando su pito.
Su bicicleta, contaba con unas adaptaciones, como una parrilla reforzada, sobre la que se montaba una piedra de afilar.
A los niños de la época les llamaba poderosamente la atención ver al afilador sentado en su bicicleta, pedaleando con fuerza, pero el vehículo permanecía inmóvil.
Una escena muy común era ver como a la llegada del afilador se asomaba una mujer por la ventana y le entregaba un par de cuchillos, luego un señor le llevaba el machete, un barbero sus tijeras.
El afilador estacionaba su bicicleta y se ponía a pedalear, saltaban las chispas, el sudor aparecía en su rostro mientras le sacaba filo, a los instrumentos, entregado por su clientela.
El afilador terminaba de trabajar generalmente a las tres de la tarde, dicen los entendidos que el oficio de afilador era muy lucrativo.
El afilador fue una parte de una época que ya desapareció.