Al panameño le encanta el deporte. Y más de uno. Hay ligas de softball por todos lados. Y cada vez vemos más de fútbol en todas las edades y categorías. De vez en cuando, vemos todavía algunas cuantas "birrias" de baloncesto.
En todos se suda, en todos se corre, en todos se ejercita. Las ligas deportivas son entretenidas, unen a las comunidades y compañeros de trabajo, y alejan a la juventud de la violencia. Por desgracia, no hacen lo mismo con el exceso de licor.
Con frecuencia, vemos el lamentable espectáculo de las ligas deportivas degeneradas en cantinas al aire libre. Todo comienza con unos cuantos batazos y vítores de los asistentes, para luego terminar en un chupódromo de cerveza y licores fuertes, que dañan todo el beneficio físico que se logró con el deporte.
Y si fuera que solo se toman unos traguitos. Algunos beben tanto que quedan tirados, o haciendo espectáculos deplorables. Todo sobre los deportes y la competencia sana quedan desvirtuados.
Hay que celebrar los triunfos, lo malo es que muchos utilizan esa excusa para embriagarse hasta perder el conocimiento o la razón, para luego quedar haciendo un papelón.
En las Grandes Ligas se celebra la conquista de una Serie Final o de una División con champaña. Acá en los países tropicales, el festejo es con cerveza, seco o cualquier bebida embriagante que esté al alcance de la gallada.
Mezclar licor con deporte como que no combina. Se supone que un atleta debe tener buenas condiciones y las bebidas embriagantes se incluyen en la categoría de drogas al momento de cualquier competencia. Sin embargo, existe la realidad de relajarse un poco cuando se completa una liga o un campeonato.
Pero la intención es relajar las tensiones un poco, no emborracharse para quedar convertido en el payaso de la jornada para mañana estar como una paleta: en la boca de todo el mundo.
Sucede que hay personas que no saben controlar el trago y más cuando el consumo es gratuito. Se estacionan cerca del bar y en su mano derecha ya tienen la forma característica de agarrar un vaso; es como si tuvieran un molde prefabricado para alzar nada más el brazo y beber, beber y beber.
Este tipo de gente hacen suyo aquel viejo disco de Lucho De Sedas: "Si el mar se volviera ron". Sin dudas, ellos se lo chuparían, porque cuando se trata de alcohol no tienen límites y no saben cuándo parar.