Es nuestra costumbre, presionados por la política del dinero, impuesta por la hegemonía de ciertos países, el proyecta todos los esfuerzos, sacrificios y sabiduría hacia la tenencia de un bien material, distinguido comúnmente y con propiedad, como lo "mío". Todo gira en torno a este término que encierra: codicia, malicia, apetitos malsanos y mala fe. El beneficio que nos abre una poderosa fortuna es el vaso comunicante de lo mío, con el gozo de los placeres terrenales abundante de lujos, exigiendo el susodicho comportamiento, exponer nuestra existencia a cambio de injustos propósitos que pugnan con los ordenamientos reclamados por la honestidad y el decoro que se deben profesar con norma inevitable.
El sufrimiento es la irremediable secuela del apego material, somos insaciables, el mundo no es pequeño, la avaricia atormenta la mente y la enferma, para siempre. Los que tenemos una formación espiritual diferente vemos esta conducta con desprecio, despreocupación y falta de sentido común. El que toma en cantidades considerables lo que no le pertenece deja sin comida, sin escuelas, sin salud, por semanas, meses, lustros, décadas a un número alto de: niños, jóvenes, adultos y viejos, todo esto aumentando sus patrimonios, generando en sus semejantes: angustias, soledades y desolaciones, como fierros candentes en sus vidas. El comportamiento noble y elevado que son deberes de todo cristiano, corren el riesgo de ser echados a un lado con enojo, enfado y sin preocupación.
El amor al prójimo se pierde y la buena voluntad es enclaustrada, mirando solamente el yo personal, donde la vida es sometida a las más pobres pasiones. Este brutal, peligroso y mortal posesivo, torna al ser humano en invidente de alma, llenando de abrojos el camino que no quieren por ningún precio bajarse del paraíso; allá arriba tienen de todo en abundancia, acá abajo sólo migajas que dejan caer de la enorme y fastuosa mesa, donde pululan todos los manjares. ¡He aquí el Vía Crucis donde se asilan todos los dolores!. Los que tienen de todo nunca se imaginan cuánto esfuerzo hacemos los que nada tenemos para curar los hijos enfermos con un Seguro Social los últimos estertores en manos de la pelona.