Las reformas constitucionales han caído en un limbo y el avance de sus debates ahora entra en el juego de las negociaciones de recámara propias de nuestra clase política.
No hay que desconocer que la mandataria de la República tiene aún el sartén por el mango y que ha jugado mejor estrategia que el mayoritario Partido Revolucionario Democrático, que a pesar de contar con políticos expertos, han caído en el juego del Ejecutivo.
Ahora el futuro de las modificaciones a la Carta Magna dependen de la aprobación de otros proyectos prioritarios para el Ejecutivo, entre ellos, los concernientes a las acciones para reducir la criminalidad.
De no aprobarse esas iniciativas, dudamos que el Ejecutivo convoque a otras sesiones extraordinarias para completar el segundo y tercer debate del acto legislativo para reformar la Constitución.
De no pasar el proyecto de reformas, sería algo inédito en nuestra historia política, ya que por primera vez un mandatario electo por una mayoría abrumadora sufre una derrota, sin siquiera llegar al solio presidencial.
Los estrategas perredistas han quedado como amateurs ante el oficialismo y están ahora a merced de un gobierno que está a punto de culminar su gestión.
Bien reza el dicho que en política no hay sorpresas, sino sorprendidos, pero lo que preocupa ahora son las cosas que puedan surgir de una negociación entre sectores desesperados. ¡Qué nos proteja el Señor!