La necesidad de hacerse de un empleo lleva a los desempleados a realizar labores en las que no tienen ningún tipo de conocimiento; unos procuran aprender y hacer lo mejor posible; otros no y lo que logran es adquirir un estado de frustración y desánimo, que al final incide en su desempeño laboral. Por otra parte, los empleadores efectúan las contrataciones sin considerar el grado de conocimiento o preparación de los aspirantes.
Ambas situaciones están afectando al cliente, que es quien sostiene los negocios.
Ante esta realidad que pude percibir, se requiere que los empleadores sean más cuidadosos al seleccionar su personal. Estudios recientes dan cuenta que no existe en el país suficiente personal capacitado para atender en los restaurantes y hoteles, ante la creciente demanda en ambos negocios.
Recordemos que mi Panamá, el país de las oportunidades, se encuentra entre los primeros países escogidos como destino turístico, entonces, se hace necesario que nuestra población se capacite. Esta posibilidad implica que, así como se exige que los empresarios cumplan a tiempo con sus compromisos con el fisco, también se tendrá que considerar que cumplan con la capacitación periódica de su personal, en temas tan básicos como atención al cliente.
A los clientes hay que ofrecerles el mejor servicio, con el fin de lograr que regresen. El fin de semana, en sólo 30 minutos que estuve en un almacén ubicado en el centro comercial de una reconocida barriada de clase media, en las afueras de la ciudad, fui testigo de la atención irrespetuosa y humillante de la que fue objeto una pareja que reclamaba por un artículo que habían comprado. La encargada ni siquiera tuvo la delicadeza de atenderlos en privado para evitar que el resto de los clientes se enteraran de la situación. Me pregunto: ¿qué habría pasado si los clientes se hubiesen identificado con la pareja que reclamaba? La reacción sería, dejar la mercancía y abandonar el local.
También me entero que hasta la caja para el regalo que en otrora era gratis, los clientes tienen que comprarla; en el futuro tendremos que pagar porque nos forren los regalos. ¡Ah! un cliente que compró una ropa interior y que decidió forrar el regalo sin la caja, tuvo que llevarse su basura, pues la dependiente le dijo: "eso no se puede quedar aquí".
Auxilio, por favor. Todos, de una u otra forma, somos clientes y merecemos respeto. No queremos desaparecer, somos la razón y el porqué del comercio.