¡Madre, la Madre de Dios y Madre nuestra, tuvo una fe increíble y grande! Ella no sabía cómo la Palabra se haría carne en ella, pero creyó en Dios, depositó en El toda su confianza, obedeció y se sometió a Su voluntad. Por eso, María es la persona de más fe en la tierra.
A través del ángel Gabriel, la Palabra dice que María está llena de la gracia de Dios. Por eso es santa, santísima, es la persona que ha alcanzado el mayor grado de santidad en la historia. Tanto así que la Iglesia la proclamó "inmaculada", lo cual significa que jamás tuvo mancha original ni pecado alguno, ni aún cuando fue concebida en el seno de su madre. María fue conservada pura y limpia de pecado, porque Dios tenía derecho a escoger a una mujer santa para que fuera su madre.
Jesús nació y creció en el hogar de María en Nazaret. La Palabra hecha carne, hecha hombre, se desarrolló, se hizo un hombre y se lanzó a predicar. Jesús convirtió a mucha gente predicando la verdad, hizo milagros y curaciones, y lo más importante, murió por amor a nosotros, nos salvó y nos redimió, rescatándonos de la muerte eterna muriendo El en la cruz y resucitando. Si este hombre, Jesucristo, Hijo de Dios, fue así de maravilloso, tenemos que repetir aquella frase vieja y profunda -detrás de todo gran hombre hay una gran mujer. ¡Y esa gran mujer es María!.
Jesús nació y creció en el hogar de María en Nazaret. La Palabra hecha carne, hecha hombre, se desarrolló, se hizo un hombre y se lanzó a predicar. Jesús convirtió a mucha gente predicando la verdad, hizo milagros y curaciones, y lo más importante, murió por amor a nosotros, nos salvó y nos redimió, rescatándonos de la muerte eterna muriendo El en la cruz y resucitando. Si este hombre, Jesucristo, Hijo de Dios, fue así de maravilloso, tenemos que repetir aquella frase vieja y profunda -detrás de todo gran hombre hay una gran mujer. ¡Y esa gran mujer es María!.
Jesús, siendo Hijo de Dios, humanamente recibió el amor maternal, los consejos, el apoyo, la fortaleza, la compañía y el amor de una mujer admirable, que se volcó en atenderlo, ayudarlo y formarlo. Si Jesús fue capaz de llorar ante las puertas de Jerusalén, de abrazar un niño, de vibrar ante el sufrimiento, fue porque era todo amor e Hijo de Dios. Pero también fue formado por una mujer tierna, cariñosa, amorosa, maravillosa, una madre ejemplar que formó un corazón tierno y maravilloso en Jesucristo. Aquel viejo concepto en psicología -uno es, en parte, lo que nuestros padres hacen de uno- se comprueba en Jesús.