Ya en Panamá, usted no se tropieza con un ángel que lo oriente en la entrada de un pueblo que le diga cariñosamente donde vive la señora que cura el mal de ojo o en qué lugar el viejo que vende gallinas de patio. La desastrosa extinción galopa en el país y se incrementa más desde que el gobierno hiciera la patria totalmente nueva. Antes se contaba con la alegría de estos seres que lo guiaban a uno sin peligro por callejuelas, montes y pasillos escondidos.
Lo peor de esta tragedia nacional es que los bobos no cobraban coima. Por el contrario, su generosidad era tal, que abundaban en datos esclarecedores, que si uno no aprovechaba la pausa que hacían para tragar saliva, amanecía con ellos. Los bobos, son una institución amorosa digna de no ser confundida con el resto de los mortales que razonan y pecan, pues son infinitivamente especiales.
Ahora vemos que los efectistas del país de las maravillas realizan una tarea con los niños discapacitados que podría traer una perenne enemistad con maestros, estudiantes y acudientes.
Hasta la Asociación de Bobas y Bobos de Panamá (ABOBOP), por sus siglas en inglés sabe que no hay facilidades siquiera, para atender a miles de pelaitos normales, que van a las escuelas con hambre.
La ABOBOP, prefiere que los repentistas de turno acaben con toda la flora y no con la educación especial, ya que estos niños son figuras que pertenecen más a lo divino, al folclor y a la literatura que a la psiquiatría o al capricho.
Es hora que la ABOBOP, cierre una calle en señal de protesta, les juro que el resto del país se inscribiría masivamente en sus filas aplaudiendo y gritando hasta la deshidratación.
Se ama a París, por su bobo Quasimodo y no hay canción más tierna en el mundo, que la de los Beatles Jhon Lennon y Paul MacCarthy: El bobo de la lomita: "The fool on the hill".