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Muéstrame cómo andas

Por: Hermano Pablo | Reverendo

Era un abogado más entre los muchos que entran y salen de la cárcel. Traje bien cortado, camisa impecablemente blanca, corbata brillante y llamativa, lentes de oro, bigote hirsuto, cabello largo bien peinado y zapatos bien lustrados. Venía con un maletín lleno de papeles debajo del brazo.

El abogado pasó de largo a varios guardias, y ya estaba por ganar la calle cuando el último guardia dijo: "Ese no camina como abogado." Y lo detuvo.

En efecto, no era un abogado. Era Ray Browning, uno de los narcotraficantes más infames del mundo. Estaba preso en la cárcel de Los Ángeles, California. Hubiera salido libre, valido de su astuto disfraz, de no haber sido por el perspicaz guardia que lo detuvo, quien dijo: "Lo conocí por su manera de caminar."

¡Qué interesante frase: "Lo conocí por su manera de caminar"! La verdad es que a casi todos se nos conoce por algún detalle: a algunos por el rostro, que es, quizá, lo más común; a otros por la voz; a otros por ciertas palabras que repetimos a menudo sin darnos cuenta; y a otros por alguna cicatriz, algún mechón de pelo blanco o algún defecto físico muy notable. Pero evidentemente también se nos puede reconocer por nuestra manera de caminar. Muchas veces se dice de un niño que "camina igualito al padre". Parece que nuestra conformación ósea y nuestra musculatura determinan, en gran parte, nuestra manera de caminar. Ray Browning, reconocido traficante de drogas, caminaba de una forma singular, y esa forma característica suya fue lo que lo delató.

El caso de Ray Browning nos lleva a preguntarnos: ¿Cómo vamos caminando nosotros por esta vida? ¿Bien o mal? ¿Con pasos derechos o pasos torcidos? ¿Vamos rumbo a una vida mejor cada día, o vamos descendiendo hacia formas cada vez más degeneradas y perversas? ¿Cuáles son las características particulares?

Browning tenía dos maneras de caminar muy conocidas, la una literal, por las calles, los caminos y los andenes; la otra representada por la vida que llevaba, la moralidad que practicaba y las costumbres que tenía: un caminar en el delito.

¿Podrá alguien enderezar nuestro andar? Sí, Jesucristo puede guiarnos por un camino recto. Pero no tendremos que andar solos, pues Él nos acompañará en ese camino de tal modo que se nos conocerá no sólo por el refrán que dice: "Díme con quién andas" sino también por la variante que dice: "Muéstrame cómo andas, y te diré quién eres."



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