La familia y los amigos perdonan muchos errores que uno pueda cometer, excepto por aquella desafortunada mezcla de abandono y desprecio que suelen recibir algunos de esos pocos hijos e hijas del barrio que por A o B motivo, logran triunfar en la vida y escalar socialmente.
Hay muchas formas de salir de la pobreza honradamente: estudiando una carrera universitaria y destacándose profesionalmente, siendo hábil en los negocios o aprovechando un talento deportivo. De nuestros barrios pobres de la ciudad y poblaciones del interior han salido destacadas figuras en el béisbol de las grandes ligas, el boxeo profesional, la medicina, la ingeniería y la política, entre otras actividades. El solo hecho de que hayan superado la pobreza con el propio esfuerzo, es motivo de admiración, y tales ejemplos son dignos de seguir.
Pero lo que nadie debería imitar es la conducta de algunos de esos exitosos que luego de alcanzar la cima se olvidan de donde vinieron. Y cuando uno se olvida de donde salió, pierde el rumbo de hacia dónde va.
El dinero, la fama y vivir lejos del entorno familiar, como ocurre con algunos profesionales que se van a vivir al extranjero, resulta toda una prueba de personalidad: gente interesada en exprimirles su dinero comienza a susurrarles al oído ideas raras, y mujeres con dudosos intereses se les ofrecen. Encima de eso, vienen las tentaciones de las fiestas, la droga y la vida loca.
Se requiere de una persona con valores familiares sólidos y con los pies bien puestos sobre la tierra para mantener a raya todas las influencias negativas que invariablemente vienen asociadas con el éxito económico. Es un delicado balance que no todos los hombres y mujeres que crecieron en la pobreza pueden mantener. La única manera de no hundirse es mantenerse siempre cerca del tronco familiar. De lo contrario, se exponen a un final aun más bajo que sus orígenes.