En este país, hay dirigentes gremiales y roscas que están siempre prestos a pelear por sus privilegios disfrazados de "derechos", haciendo manifestaciones y huelgas. Pero cuando llega la hora de atender sus responsabilidades profesionales como Dios manda, el empeño, la disposición y la tenacidad brillan por su ausencia.
Todos en nuestras profesiones nos debemos a quienes ofrecemos nuestros productos o servicios. Los transportistas se deben a los usuarios. Los médicos se deben a sus pacientes. Los funcionarios públicos se deben a los ciudadanos contribuyentes, los abogados a sus clientes, los periodistas a sus fuentes y a los lectores, etcétera.
Subámonos a un bus de rutas urbanas y echemos un vistazo: nos encontraremos con unidades de bus viejas, con una fila de asientos extra donde no cabe ni un chiquillo, donde la mitad de los pasajeros van parados, donde los amortiguadores dañados y las precarias condiciones del bus hacen que todos lleguen aporreados a sus casas, donde los pavos arrean a la gente como ganado, y donde te quieren cobrar la tarifa que al chofer le da la gana.
Vayamos a la Caja de Seguro Social y veamos lo que sucede: tienes que esperar 3 meses para una cita médica, no hay medicamentos claves ni jeringuillas, la atención es pésima y el trato infrahumano. Y peor aún, tienes que vivir con el temor de que en la farmacia no te estén despachando un veneno disfrazado de medicamento.
�Y los diputados? La lista de privilegios que tienen, de madrugonazos que le han metido al pueblo y de casos de corrupción que pesan sobre ellos son demasiado largas para enumerar.
�Pero qué sucede cuando cualquier gobierno intenta realizar cambios y reformas profundas relacionadas con estos servicios? Huelgas, insultos y amenazas. Las roscas se vuelven intocables, los gobiernos quedan intimidados y el pueblo sigue pisado.
