No es malo recurrir a los amigos a modo de desahogo para decir que andamos mal o que hicimos algo incorrecto. Nunca será malo decirle a nuestros padres que nos perdonen por nuestras ofensas. Eso es muy bueno, pero es mucho mejor si estas cosas se las contamos primero a Dios y después a todo el mundo.
Si usted tiene algo que contar y considera que debe hacerlo ya, pues entre a su cuarto, cierre la puerta y converse a solas con Jesús. Después que haya derramado todo su arrepentimiento, entonces salga y dígale a todos que usted fue perdonado por algún pecado y que Él le regaló la vida eterna.
Recordemos que: "...y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad." (1° Juan 1: 7-9)
"Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo. Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él." (1° Juan 2: 1-5)
"Y nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos. De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre." (Hechos 10: 42-43).
Hermano, no recurramos a nadie más que únicamente al que puede darnos, por gracia, ese perdón.