Cada vez que inicia un año escolar afloran las interrogantes de cómo se desarrollará la educación en el país. ¿Será un año normal? ¿habrá paros de profesores? ¿habrá reyertas de estudiantes? Todas estas preguntas salen de las mentes de los padres de familias y del ciudadano común que, en su interior, desea que ninguna de estas preguntas se respondan con un sí.
Como es de todos conocido, no ha habido un año lectivo en que no ocurra nada que afecte el buen desenvolvimiento del sistema educativo, muy golpeado por cierto. Es común escuchar de boca de los dirigentes magisteriales amenazar con huelga antes de que inicien las clases. Esto, con la finalidad de hacer presión y lograr algunos privilegios. También es común que los estudiantes de algunos colegios salgan a protestar por lo que sea con el fin de hacerse sentir. Esto fue lo que ocurrió el día martes con el Artes y Oficios e Instituto Nacional.
El vandalismo registrado en las calles, sumado al caos que se vivió no justifica nada, por mucho que tengan razón los estudiantes. Nadie puede reclamar justicia con dos piedras en la mano. Esto es irónico desde cualquier punto de vista.
Ante este punto, las actuales autoridades educativas deben aplicar en serio medidas drásticas que frenen de forma definitiva la ola delictiva generada por estudiantes, si es que todavía se les puede llamar así.
Ejemplos hay de sobra para decir que no ha habido correctivos importantes que disminuyan la violencia estudiantil. Recordemos las reyertas entre colegios de diferentes planteles que han dejado como saldo a estudiantes heridos y hasta muertos.
Es cierto que las autoridades tienen gran responsabilidad, pero también los padres de familia deben cooperar para poner mano dura en la educación.