Los constantes tranques vehiculares y las protestas estudiantiles han transformado a la ciudad en un caos. No hay para dónde tomar si se trata de evitar la engorrosa espera en las arterias ya congestionadas con miles de autos que van de aquí para allá y viceversa.
El tema de las reformas a la Caja de Seguro Social ha sido el detonante de las manifestaciones. Una vez más los afectados son sin duda la clase trabajadora, sin dejar de lado que la economía sufre severos daños por el estancamiento del movimiento comercial.
Estar de acuerdo o no con los ajustes que plantea el Gobierno en el tema del Seguro no debe traducirse en mítines en cualquier esquina. Los escenarios están montados para que el pueblo o la clase obrera se manifieste, tal como lo establecen las normas regulatorias.
Todos sabemos que no es fácil aceptar un aumento en la edad de jubilación, sobre todo cuando el costo de la vida ha aumentado considerablemente en este país que aún está años luz del primer mundo.
El panameño debe expresar su desacuerdo, si es que así lo está, adoptando fórmulas de altura que puedan ser consideradas en el debate.
El gobierno, por su parte, no debe caer en oídos sordos y abandonar los argumentos de la sociedad. El sacrificio tiene que hacerse, pero no de manera imperativa o con imposición porque el resultado sería fatal para todos.
Es el deber de todos salvar a la Caja del Seguro Social, pero no hay que dejar caer el concepto que establece que el diálogo de altura es lo más importante en una sociedad moderna y democrática como la panameña.