No podía creer que de ese duro pedazo de cáscara de naranja saliera el exquisito licor que me dieron a probar en una fábrica famosa de Curazao, isla cercana a Venezuela y conocido punto turístico.
Pensé en mi Panamá del alma, donde he visto miles de naranjas pudrirse en el suelo de fincas del Valle de Antón, La Chorrera, etc., porque nadie las utiliza.
El licor que se hace con esa concha de naranja secada al sol es famoso en todo el mundo, y los turistas se lo llevaban como pan caliente.
Mientras algunos empresarios del campo se arriesgan con el exótico Noni, naranjas, piñas, mangos y otros frutos que pueden producir alcohol, se pierden por toneladas todos los años. Después nos quejamos que no hay industrias en el país.
También vendían una loción para la cara hecha con alcohol de frutas y mentol, que gustaba a los extranjeros que visitaban la fábrica.
Horas antes había visitado una cueva situada a pocos metros del aeropuerto de Curazao.
Y nuevamente volvió a la mente mi Panamá despilfarrador, donde existen en Chilibre unas cuevas que muy bien podrían habilitarse como sitio turístico.
Pero aquí, que nos jactamos de querer apostarle al turismo para mejorar la economía, no preparamos el terreno y arreglamos sitios que tengan interés para los extranjeros que nos visiten.
Para atraer al turismo hay que invertir en lo que llaman "infraestructura", que no solamente son calles, si no sitios de interés. No todos los turistas quieren ver las ruinitas de Panamá la Vieja, o el Arco Chato y las sucias callejuelas del Casco Viejo.
Por eso pensé que sería conveniente que los expertos en sitios turísticos (que los habrá por algún lado), hagan un inventario de lo que podrían ofrecerse al turista y cuánto costaría arreglarlo.
Allí en Curazao también tenían jaulas con "rangalías" iguanas, las que llamaban la atención de los visitantes. Y nuevamente mi mente se vino al Panamá "vida mía", donde las iguanas son grandes y hermosas, pero nadie se preocupa por convertirlas en atractivo turístico.
Curazao es una isla que tiene la mitad de la población del distrito de San Miguelito, y ahora vive casi totalmente del turismo, especialmente el de cruceros, que recién empieza a llegar a Panamá.
Tiene sus casas pintadas de colores alegres, donde el blanco es lo que menos se ve. Dijeron que fue una disposición de un jefe hace cientos de años, porque sufría de jaquecas y le molestaba a los ojos el resplandor del sol en las paredes blancas de las casas.
También me llevé la sorpresa de ver aviones norteamericanos de comunicación, que antes estaban en Panamá pero se fueron por los tratados Torrijos-Carter.
Seguramente los que usan y atienden esos aviones también entran en el grupo de turistas, quienes mantienen a flote la economía en esa isla que antes perteneció a Holanda.
(Además había excursiones de buceo por los arrecifes, cosa que también puede explotarse turísticamente en Panamá). |