El niñito malcriado estaba molesto porque la madre no le quería comprar un costoso juguete. Luego de llorar, patalear, chillar a más no poder, escogió otro sistema de protesta. Se acercó a la madre y le dio un manotón.
Quedó sorprendida la mujer ante la violencia del niño. El chiquillo comprendió que había "llamado la atención" de la madre.
Y corrió con la mano en alto a darle otro golpe. Entonces una tía gritó que "no le pegara a su madre, porque su mano se iba a quemar y se convertiría en cenizas".
Asombrado ante la advertencia, el niño se miró la mano que había golpeado a su madre. Miró la cara seria de su tía. . . ¡y echó a correr despavorido!
Realmente el chiquillo no quería que se le quemara la mano abusadora.
¿Y la madre? La buena mujer, (como algunas madres alcahuetas de las barbaridades que hacen sus hijos), le dijo a la hermana que el niño "no lo hacía de maldad".
Esta misma actitud tuvo otra madre. Pero ahora el niño es de quince años, todo un adolescente.
Está molesto porque considera que la madre "no debió dejar a su padre".
O sea, que la madre debió aguantarse los empujones y cachetadas que a veces le daba su marido.
Tal vez el joven está copiando la conducta del padre. Lo cierto es que la madre aporreada lo justifica. Dice que "pobrecito, tiene problemas de conducta propios de la adolescencia".
El "pobrecito" le grita a la madre, la aprieta en los brazos cansándole moretones, le empuja contra la pared. . . etc.
Claro que en estos tiempos la llamaba "violencia doméstica" se ha convertido en un censurable acto. }
Más de un "encopetado" funcionario ha sido afectado hasta en su trabajo por golpear a la esposa.
Pero el hecho se repite más de lo que se piensa, cuando se trata de hijos hacia padres, casi siempre la madre.
Para mí, ¡que se le seque la mano! Al abusivo muchacho. No hay ninguna excusa para pegarle, gritarle, maltratar a la mujer que nos dio la vida.
Y quedarse callado ante esto es promover el abuso. . .