"Ojo por ojo, diente por diente". Así rezaba el lema de los babilonios cuando aplicaban su justicia, una ley que todavía persiste y que hemos evidenciado en la guerra mundial contra el terrorismo.
Hace solo horas, el mundo quedó horrorizado con las impactantes imágenes de la ejecución pública, vía internet, de un civil estadounidense capturado por seguidores de Osama bin Laden en Irak.
Nicholas Berg, un joven norteamericano que buscaba hacer negocios en la conflictiva Irak, nunca pensó perecer de una forma tan brutal y violenta.
Cuales carniceros, los terroristas de Al Qaeda cortaron sin piedad la cabeza del gringo, mientras éste gritaba. Su justificación: los vejamenes y las torturas hechas por soldados estadounidenses a civiles iraquíes inocentes.
Y es que para los musulmanes, el mero hecho que una mujer soldado occidental aplicara torturas contra árabes resulta en el peor de los insultos, cosa que trastoca el proyecto de democratizar y entregar el poder a civiles en Irak por parte de Estados Unidos el próximo 30 de junio.
De igual manera, y no muy lejos de Bagdad, los israelíes y los palestinos cometen similares atrocidades en medio de ciudades llenas de civiles. Una turba de milicianos palestinos hizo "fiesta" con los cuerpos de soldados hebreos, al momento en que la fuerza aérea judía bombardeaba campamentos en donde viven miles de niños y adolescentes árabes en Gaza.
Varios organismos humanitarios y juristas internacionales piden juzgar a los criminales que cometen estos actos crueles. Incluso se sugiere enviar a los violadores de los derechos humanos al tribunal penal de La Haya.
La guerra contra el terrorismo ya parece desbocarse a niveles insospechados. Urge poner orden antes que sea demasiado tarde. Dios nos libre de estos males.