La vida de Gabriela dio un giro cuando, a sus 18 años recién cumplidos, se inició en el mundo de la prostitución. Recién entrada a una de las universidades privadas del país, donde asegura cursa estudios de Educación, comenzó su camino por el denominado oficio más viejo del mundo.
Hoy, con 19 años y algunos meses de vida, dice no arrepentirse de lo que hace, ya que el dinero que devenga semanalmente por sus servicios le sirve para darse algunos lujos que antes no conocía.
Esta chica asegura que empezó de manera casual a prostituirse. "Estaba haciendo una tarea en Internet y entré a una página de contactos. Allí empecé a conversar con algunas personas y no sé cómo uno de ellos me dijo que me pagaba 40 dólares si aceptaba estar con él. Me dio su teléfono, pero ese día no lo llamé, sino después", confiesa esta joven.
Resalta que cuando lo llamó aún no estaba decidida y se citó con el que sería su primer cliente.
Recuerda que fue en horas de la tarde que se vio con la persona, y al subirse al carro, los nervios la querían traicionar, pero al tomar el desconocido su mano y depositarle tres billetes de 20 dólares, todo cambió.
Le habían ofrecido 40 y le dieron $ 60, así que ella, quien ya había tenido experiencias sexuales con un antiguo novio, perdió el temor y se fue a la cama con ese, entonces, desconocido.
"El encuentro duró menos de dos horas, y al bajarme del carro, me tomó de la mano y me dio 20 dólares más", confiesa. Esto la animó más a entrar al negocio.
Luego de ese día, Gabriela se hizo más fanática del Internet y su interés por conseguir dinero fácil fue creciendo.
Por esa misma vía, contactó, según sus registros, siete clientes más, los cuales se han convertido en sus favoritos.
Ellos la llaman y por lo regular los ve al menos una vez a la semana a cada uno. Lo mejor, todos saben a que se dedica, así que ninguno le puede recriminar nada.
Lo mejor, según ella, es que le pagan bien por las 2 horas que les dedica. "A veces me dan 30, otras 40 o en ocasiones más de 100. A ellos no les tengo una tarifa, porque todas las semanas me buscan, y aunque en ocasiones no tengamos sexo, me dan mi dinero", afirma sin el más mínimo resentimiento.
"Con ello pagó mis estudios, compró mi ropa y ayudo económicamente a mi familia, que piensa que trabajo en horas de la mañana y estudio en horas de la tarde", insistió.
Asegura que lo mínimo que se hace en una semana está alrededor de los $ 300 dólares y que, por ahora, no piensa dejar el oficio.
Sus clientes, los no habituales, los consigue a través de la red, aunque no quiso decir en qué dirección, pero asegura tener muchos, los cuales con regularidad le pagan entre 25 y 40 dólares por hora.