Es una danza portobeleña de origen religioso, específicamente de las festividades del Corpus Christi de singular movimiento y con vistoso colorido.
Por ser una danza creada para la evangelización del nuevo mundo y para representar la eterna lucha entre el bien y el mal a las masas, fueron utilizados colores llamativos en el vestuario con brillos, que con los siglos serían reemplazados por espejos, de allí su nombre.
Sus movimientos según indica el profesor Edmundo De la cruz evoca, a diferencia de los diablos sucios de la Villa de Los Santos, la mezcla hispano africana.
Además no posee parlamento y en su lugar se ejecuta con sonidos guturales y movimientos de pie y cadera, siempre apelando en las máscaras el aspecto de fealdad y el espanto.