Te interrogo lector, ¿no saludas a tu papá y a tu mamá, a tus hijos, esposa y demás familiares? ¿Tú no saludas a nadie? Así como saludas a tus amigos, ¿por qué no lo haces con Dios? Bien sabes que Él debe ser el primero de todos.
El siervo Job decía que la presente vida es una continua lucha para el hombre y sólo es recompensado aquel que en las tribulaciones tiene el corazón elevado a Dios. Pero qué triste es en este mundo la condición del atribulado. Sus labios nunca rechazan una sonrisa; sus pensamientos son siempre tristes y parece que una fatalidad lo acecha o pesas sobre él. Estamos cercados por todas partes de penas, angustias, congojas y otros males. Y no habiendo ningún hijo de Adán que pueda escapar de las tribulaciones, bien es que veamos qué consuelo y alivio podemos tener en cuenta cuando la corriente y la venida de ellas están sobre nosotros. Para remediar el mal se ha de considerar atentamente: ¿de dónde nos llegan ellas? y ¿quién es su auto?
Nuestro fiel amigo San Antonio, que conocía muy bien las amarguras de las tribulaciones o de los atribulados, los acogía benévolamente, se compadecía de sus sufrimientos y miserias, los confortaba con la esperanza de los bienes del cielo, y su ardiente y cautivadora palabra, como bálsamos precioso, mitigaba los ánimos y los fortificaba. Fue tanto su desvelo y piedad que los sufridos y afligidos, al separarse de él, iban con el corazón rebosante de felicidad y gratitud. Los milagros realizados por el humilde y piadoso Santo originaron el mote de "Señor de los milagros". Todos los afectos del terrible mal se armaban de paciencia tan útil en el mortificante mal.
¿Qué es la tribulación? Es la virtud para hacer una cosa, para producir un efecto. Ejemplo: La potencia visual. Los órganos sensitivos actúan así: el ojo se alegra ante lo bello cuando lo miran; el oído goza con el suave y delicado canto; la lengua con el apetitoso gusto; las manos con el tacto agradable y la nariz con los olores deliciosos. Sin embargo, sucede lo contrario cuando reciben penas desagradables. Por ejemplo, lo feo proporciona tristeza, lo que no gusta es desabrido.
Es necesario llorar con los enfermos argumenta San Crisóstomo. Actuar con palabras cariñosas y razonamientos saludables. Imitar a los santos que actuaron con una paciencia: Santa Teresa de Jesús, Juan Bosco, San Antonio, Tomás de Aquino y otros más. ¿Dios es el autor y causa de todas las tribulaciones que padecemos, sobre todo con este conflictivo siglo XXI? Dios no lo es ni lo puede ser de ningún mal de culpa.