Lo prohibido parece ser un afrodisíaco. Ya no sólo los hombres beben de ese néctar del pecado, sino también las mujeres. Cada vez parecen ser más las mujeres que se suman a esa marea de pasiones prohibidas.
Hay hombres que cometen su infidelidad, o "queman" a su mujer hasta con la empleada, si la tienen. Otros con la vecina, la amiga y hay algunos más descarados que se empatan hasta con un familiar de su pareja.
Y también hay mujeres que saben que su marido les es infiel y ellas no quieren quedarse con "el clavo metido", así que buscan saciar esa sed de "venganza" y también viven momentos prohibidos con otro que no es su pareja.
En una relación prohibida, las mentiras se dejan venir como peces en una red: una tras otra y para las dos partes: tanto para la parte legal como para la sombra, o sea, la otra.
A ambas mujeres el hombre les miente. A la esposa o la de la casa, le dice que llega tarde por el trabajo, o que tiene que salir ese fin de semana porque tiene que cumplir una tarea que le asignaron. Otros alegan que su jefe lo mandó a hacer un trabajo en el interior, y lo único verdadero es que se va de parranda con la "querida".
Ellas tampoco se quedan atrás. Algunas hasta aprovechan las horas de almuerzo de sus trabajos para escaparse a los "spa para dos" o darse cita en casa de una amiga cómplice. Cuando su amante le hace un regalo, le hace creer al marido que se lo ganó, o que se lo regaló una amiga.
La "querida" también recibe su dosis de mentirillas. Él le hace creer que la ama a ella con todo su corazón, pero que los lazos de los hijos que tiene con la otra, no le permiten formalizar su relación. ¡Ningún hijo amarra!
Si no se siente bien con su pareja, hable de frente y verá que felices serán todos con la verdad por delante.