Al decidir retirarse de Faluja, el ejército estadounidense renuncia a la solución militar en ese bastión rebelde sunita que podría tener duras consecuencias en el plano político.
Tras el asedio que comenzó el 5 de abril y los combates que llegaron a superar en intensidad a los de la propia guerra, los Marines anunciaron que evacuarán zonas que controlan en esa ciudad de 300.000 habitantes situada a 50 km al oeste de Bagdad.
Unos 280 iraquíes murieron desde el asalto, lanzado contra la ciudad menos de una semana después del asesinato de cuatro civiles estadounidenses el 31 de marzo, dos de cuyos cadáveres fueron luego mutilados.
Un alto responsable de la coalición admitió que reanudar la ofensiva en Faluja, donde reina una frágil tregua, tendría "consecuencias políticas y humanas".
La operación suscitó una indignada reacción por parte de los sunitas y de los iraquíes en general, provocando protestas y encendidos sermones contra los ocupantes.