La presidenta de la República lo ha dicho claro. Ella tiene en sus planes inaugurar la obra más grande de su gobierno: el nuevo puente sobre el Canal, sin embargo, existe un humo gris que amenaza con "fregarle" la fiesta en el mes de agosto.
El paro de los obreros que trabajan en la autopista de acceso en el área oeste impide que se perciban avances satisfactorios. Si no hay calle, nadie podrá usar el puente Centenario, un nuevo símbolo que define la nueva historia de la segunda era republicana.
El cese de los trabajos radica, según obreros, a la negativa de la empresa encargada de construir el tramo oeste en pagar las horas extraordinarias correctamente. La cifra a la que se refieren estas personas es de B/. 70 mil, sin embargo, este no es el único problema. Se argumenta además que la compañía ha violado algunas cláusulas como la bonificación por asistencia y las clasificaciones.
Entre argumentos de un lado y del otro, ambas partes tienen la responsabilidad de buscar el significado de la palabra diálogo; una vez investigado, deben poner en práctica una discusión sana de sus puntos de vistas para intentar lograr un acuerdo o un acercamiento entre ambas posturas por el bien del país.
Queda en manos de los trabajadores y empresarios aplicar criterios coherentes que permitan escuchar el sonido de las máquinas trabajar en la nueva ruta del desarrollo para la región de Panamá Oeste, hoy castigada por los congestionamientos vehiculares que afectan física y mentalmente a los ciudadanos que viven en esa región.
Ojalá logren coincidir en criterios para evitar que la obra se paralice por situaciones administrativas, ya que no podemos predecir el comportamiento meteorológico en los meses que faltan.