Es bueno que uno confíe en sí mismo, pero es más sabio que el hombre confíe primero en Dios para todo. Esta premisa parecen no entenderla los políticos panameños que juran que el pueblo los reelegirá por segunda vez, dentro de siete días.
En todas las contiendas, ya sean deportivas o electorales, hay dos tipos de resultados: el triunfo y la derrota. Nadie debe dar por contada una victoria hasta que ésta en verdad sea comprobada.
Las elecciones generales que celebraremos el próximo 2 de mayo serán la mejor prueba de fuego para comprobar el grado de aceptación de una derrota. Es de caballeros decir: "Felicidades por el triunfo, ganaste como los grandes". Esto sería lo más agradable escuchar de la boca de un político, pero lo normal es que se especule sobre el verdadero triunfo de la otra persona. Es cierto que existen ocasiones en que la trampa está a la orden del día, pero entre gente civilizada y temerosa de Dios, no debe haber lugar para este tipo de acciones que empañan la imagen de cualquier persona y/o institución.
Aunque usted diga que no, sepa que Dios es quien pone y quita gobernantes. Sólo es Él quien tiene el poder de colocar en los puestos a los líderes, porque su plan es perfecto. Si usted no está en los planes de Dios y no ganó, no se preocupe, porque su tiempo no es el tiempo de Dios, piense que tal vez el plan de Dios sea que usted se convierta en un crítico, alguien que ayude a corregir los errores en que incurre el candidato ganador.
Las derrotas se aceptan con altura, pero es bueno estar preparados mentalmente para la pregunta: ¿Qué pasa si pierdo? Trate de hacer un ejercicio en estos días y enumere una lista de actividades que haría usted en caso de que sea derrotado en las próximas elecciones. Recuerde, siempre pensando en que esa fue la voluntad de Dios. ¡Aprendamos a ser buenos perdedores!