Las ocho de la mañana. Llego al mirador. Exploro con mis propios medios. Encuentro la ubicación de un edificio en construcción por una renombrada empresa. Bajo y me recibe un jocoso obrero de los tantos que hay. Él se estremece. Siente un cosquilleo de nerviosismo. El cuerpo se le pone como cuero de gallina. Y todo ese impertinente reloj anuncia la hora en que empieza el bailoteo. De pronto se oye una voz de mandato: Tiempo... Cálmate le dije al trabajador; no es para tanto. Por segunda vez, tiempo, y desapareció de inmediato.
Los obreros sienten un profundo respeto, aprecio, cariño y amistad por “Tiempo”. ¿Quién es este personaje celoso de su trabajo? Por su excelente comportamiento y comprensión en el aspecto de mandar, y luego recibir con beneplácito es ...Esolasa debe sentirse con persona que da consejos sanos y órdenes precisas, y cumplidas por todos los trabajadores sin distingo de privilegio. Saben ustedes, señores ¿quién es? Pues no pregunten más; ese individuo es el capataz. Un jefe que permite, de vez en cuando el relajo o la broma entusiasta, para relajar un poco el cuerpo y evitar el extremo cansancio, sin tolerar el descuido, es una buena lotería. Saberla aprovechar es otro asunto. El edificio en su avance en la construcción es la sede de hombres humildes, enérgicos atletas de esta faceta del progreso económico de un país. No hacen tanto bien las grandes acciones como las ligeras pruebas de consideración en el trato cotidiano, las tranquilas virtudes de todos los días, la tolerancia para con los demás.
Buenos días, ¿cómo amanecieron ustedes? Creo que esta hermosa salutación salió de alguno de estos bufones: Marcos, Manuel, Reid, Castillo, Ramón...¿Cuándo están listos para trabajar? Hoy iremos a la parte superior, mucho cuidado. Perdone, ya esa vagancia. Los materiales respondieron: Pin, pan, rapatán...no nos dejan descansar. Amigos, si no quieres la tranquilidad ver alterada, cree mucho en Dios y en los piropos nada.
