No creo que la religión cristiana sea compleja, es más vivencial que cualquier forma de experiencia espiritual. Mientras que otras se encierran en chantras, yogas y posiciones complejas, los cristianos debemos vivir una fe en un único Dios, la absoluta esperanza en la resurrección prometida por Jesús y una relación que llama hacia la hermandad entre los demás miembros de la sociedad humana.
Claro está, tenemos nuestras ceremonias, misas, tradiciones que son importantes, siempre y cuando, se Viva, Crítica en Línea (y resalto la palabra "viva") como cristianos. Ahora pues, no digo, hay quienes ahondan sobre las bases de su religión y se montan a explorar los mundos de la Arqueología, la Exégesis, la Apologética, la Teología, la Filosofía, el Catecismo y un sin número de ciencias, que les da un conocimiento más profundo de su religión.
Estos mundos tan interesantes no se pueden, ni deben leer y estudiar de buenas a primeras, y hay quienes con sólo tres lecturitas ya se dedican a autoproclamarse en expertos. Es como si intentáramos estudiar Cálculo Integral sin pasar por los menudos conocimientos de la teoría de los conjuntos y las leyes de la aritmética.
Por eso, me llama la atención que un Código de Da Vinci y un Evangelio de Judas cree tantas confusiones. Uno es uno novela, es decir, es ficción, y el otro es un escrito antiguo de finales del siglo segundo cuyos autores pertenecen a una extinta secta, es decir, ¡es otra novela!
Son meros aportes culturales culturales, pero no llegan a más. En nada se acercan a lo más mínimo a un conflicto religioso. El prójimo va a tener la certeza de que siempre se le querrá como a un hermano, Dios seguirá siendo uno y trino, y la resurrección es un hecho confirmado por Jesús.
Esta es nuestra fe cristiana, sencilla y fuerte, ni en dos mil años y ni ahora, unas meras páginas la podrá desorientar o embrollar, y les garantizo que mucho menos tumbar.