Si usted ha sido estudiante alguna vez en su vida, sabe qué significa ser evaluado. Hay veces que no está de acuerdo con la "S" o la" X", pero reconoce los códigos que hablan sobre su desempeño. En el plano deportivo, al momento de escoger a un seleccionado de 40 deportistas para dejarlos a la mitad, hay que evaluar muchos aspectos, entre ellos condiciones físicas, disciplina, objetivos y demás. Los favorecidos con su selección son los que cumplieron en su mayoría con los puntos más favorables.
En el plano laboral, el asunto no debe cambiar porque es el mismo verbo que significa: "Determinar, estimar el valor, el precio o la importancia de algo".
Esta definición nos ubica muy cerca de los objetivos que se persiguen al momento de practicarla, pero desafortunadamente hay veces que las cosas no se hacen correctamente porque, según especialistas, mucho de lo que las empresas "dicen que hacen" en materia de evaluación de desempeño se queda sólo en el discurso. Primero, porque la alta dirección dedica poco tiempo y recursos al tema y, sobre todo, porque las personas son reacias a "entregar feed back" negativo a sus pares. Esta situación es tan real, que en la mayoría de las organizaciones se toma la evaluación como un trámite anual y no como una práctica permanente, lo que simplemente anula sus efectos prácticos. "Si analizamos el desempeño de la gente una vez al año, obviamente vamos a actuar de forma reactiva y no proactiva", lo que da pie a una serie de decisiones injustas en materia de ascensos y mejoras salariales.
En la actualidad, hay una práctica que se está empleando en materia de evaluación. Esta se denomina 360 grados, que consiste en una suerte de trance en que todos evalúan y todos son evaluados. Los empleados evalúan al jefe, éste los evalúa a ellos, también evalúa a sus pares y sus pares lo evalúan a él.
Tal vez no sea la mejor fórmula en nuestra cultura panameña, pero es saludable pellizcar aspectos positivos para ser cada día mejores ciudadanos y mejores evaluadores en este mundo cambiante.