Para el psiquiatra estadounidense Arnold Goldberg, mentir es una parte natural del desarrollo mental del niño y ciertas mentiras son positivas, porque así aprenden que los adultos no lo saben todo. A los seis años, el pequeño ya es capaz de distinguir entre la verdad y la mentira, pero no sabe muy bien que mentir no es bueno.
Sin embargo, si tu hijo es muy pequeño, es peligroso que se dé cuenta de que alterando la realidad se obtiene un beneficio.