En la Vigilia pascual resonó este anuncio: "Verdaderamente, ha resucitado el Señor, aleluya". Ahora es él mismo quien nos habla: "No moriré —proclama—; seguiré vivo". A los pecadores dice: "Recibid el perdón de los pecados, pues yo soy vuestro perdón". Por último, a todos repite: "Yo soy la Pascua de la salvación, yo soy el Cordero inmolado por vosotros, yo soy vuestro rescate, yo soy vuestra vida, yo soy vuestra resurrección, yo soy vuestra luz, yo soy vuestra salvación, yo soy vuestro rey. Yo os mostraré al Padre". Asà se expresa un escritor del siglo II, Melitón de Sardes, interpretando con realismo las palabras y el pensamiento del Resucitado (Sobre la Pascua, 102-103).
En estos dÃas la liturgia recuerda varios encuentros que Jesús tuvo después de su resurrección: con MarÃa Magdalena y las demás mujeres que fueron al sepulcro de madrugada, el dÃa que siguió al sábado; con los Apóstoles, reunidos incrédulos en el Cenáculo; con Tomás y los demás discÃpulos. Estas diferentes apariciones de Jesús constituyen también para nosotros una invitación a profundizar el mensaje fundamental de la Pascua; nos estimulan a recorrer el itinerario espiritual de quienes se encontraron con Cristo y lo reconocieron en esos primeros dÃas después de los acontecimientos pascuales.
La Pascua que celebramos —observa san Bernardo— significa "paso" y no "regreso", porque Jesús no volvió a la situación anterior, sino que "cruzó una frontera hacia una condición más gloriosa", nueva y definitiva. Por eso —añade— "ahora Cristo ha pasado verdaderamente a una vida nueva" (cf. Discurso sobre la Pascua).
Jesús "nos invita a todos a esta nueva vida, a este paso... No veremos a Cristo volviendo la vista atrás".
Por tanto, la mirada ya está orientada hacia el futuro. El discÃpulo tiene la misión de testimoniar la muerte y la resurrección de su Maestro y su vida nueva.
Queridos hermanos y hermanas, también nosotros, como MarÃa Magdalena, Tomás y los demás discÃpulos, estamos llamados a ser testigos de la muerte y la resurrección de Cristo. No podemos guardar para nosotros la gran noticia. Debemos llevarla al mundo entero.