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El cañón de Berta, la Matraca y la campana

Manolo Álvarez Cedeño | Para Crítica

El estruendo de aquel bombazo todavía retumba en mis oídos. Por allá por 1980 fue la primera y última vez que escuché y sentí la potencia de aquel vetusto cañón Berta, que desde las cercanías de la Iglesia San José de Chame, anunciaba el Viernes Santo a los chameros.

El Berta chamero se trataba de un trozo de guayacán, madera dura y fina, de un metro de largo, con un tubo (niple) fuertemente adherido.

El tubo era rellenado con papel y pólvora, después se prendía la mecha, para provocar aquella explosión de la que hablé.

Los artilleros de aquel cañón artesanal eran Aquilino ''Quilo'' Cano y Marcelino ''Pirilito'' De Gracia. Estos prendían la mecha para de inmediato salir huyendo del radio de acción de aquella explosión, a fin de evitar cualquier contratiempo, aunque en algunas ocasiones resultaron estos hombres con leves quemaduras en sus brazos y rostros.

Por supuesto, que luego del bombazo, las campanas de la iglesia empezaban a repicar con rítmica sonoridad. Y es que desde lo alto de la torre del templo religioso chamero Digno Muñoz, Máximo ''Con'' Ortega, Aquilino Cano, Vicente ''Pabón'' Álvarez, Cosme Álvarez y otros repicadores ponían a hablar las campanas del templo San José.

''Tatatán, tatantán, tatantantan'', sonaban en combinación la campana grande y la campana chiquita, accionadas por estos diestros repicadores emitían un sonido que al que incluso muchos chameros le ponían letra para cantar algo así como que ''a la niña bonita le gusta el pan''.

También formaban parte de la tradición de la Semana Santa en Chame ''la matraca", una tabla de un metro de largo, con dos argollas de cada lado, que al chocar contra la madera emiten un especial traqueteo cuando alguien mueve rítmicamente este aparato.

El ''matraquero'' salía desde la iglesia sonando la matraca, para dar una o dos vueltas completas por las principales calles, a fin de recordarle a los chameros que estaban andando los homenajes religiosos de la Semana Santa. Uno de los matraqueros de los últimos tiempos fue ''Pancholín".

Mi primo Néstor Ortega Álvarez me recordó que tiempos atrás había más recogimiento y respeto para los días de la Semana Santa. Por ejemplo, a ningún chamero se le ocurría subir un árbol, porque se podía ''convertir en mono'', o cazar en el monte, porque ''se convertía en animal'', o bañarse en el río, porque enseguida ''se volvería pesca'o''. Ahora la cosa no es así.

Sin embargo, el tiempo ha transcurrido y desde hace años ya no suenan los bombazos del cañón Berta ni mucho menos se ve la matraca ni a ''los matraqueros'', recorriendo el pueblo para los días de la Santa Semana. Es un poco difícil tener a tiempo a los "repicadores'' de la campana grande y de la campana chiquita.




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