Un vecino me llamó para mostrarme lo que a continuación les narraré. Dos pichones de tortolita que intentaron dar su primer vuelo no pudieron regresar a su nido, por lo que suponemos que confundieron la copa de un sombrero con su hogar donde nacieron; ya que el árbol del nido queda a tan sólo unos metros de la terraza donde se encontraba el típico sombrero pintado.
Los pichones, además de sentirse tan cómodos como en su propio nido, se les notaba bastante asustados. No era para menos, si acababan de experimentar el primer vuelo de su vida; que no les fue tan bien. Y como si fuera poco, eran vigilados por unos perversos gatos que pululan el vecindario, también unas ariscas gallinas. Por eso mi vecino y yo, creemos que se refugiaron urgente en el sombrero.
Las tortolitas son llamadas en otras provincias "tierreritas"; porque dicen que comen tierra, lo cual es falso. Ellas siembre están hurgando en la tierra que está suelta, es buscando pequeños insectos o minúsculas semillas para alimentarse. Esta hermosa y diminuta avecilla no está en peligro de extinción; se le puede ver todavía en los montes, pero con mayor frecuencia cerca de la población, se ha acostumbrado a cohabitar con los humanos.
El macho de la tortolita es de color chocolate intenso, y es un poco más robusto que su pareja; mientras que a la hembra se le distingue por tener la cabeza color gris plomo.
Regresemos a los "pichones" de esta historia. Los pusieron en el nido; pero ellos se negaron a continuar ahí; se tiraban al suelo dando torpes aleteos. No supimos qué ocurrió con ellos; si lograron aprender a volar, o cada uno tomó su destino. Lo que si les puedo decir, fue que en el nido quedó por unos días, una triste y solitaria tortolita, que por varias semanas había cuidado con ese don natural de madre, a dos pichones. No se sabe si se los comieron los gatos, o son unos mal agradecidos que no se despidieron de "mamá tortolita". Eso es para que veamos: que hasta la naturaleza se nos pone chueca de vez en cuando.