Ayer se cumplieron 30 años de la desaparición de la estudiante Rita Wald. Se le vio por última vez el 27 de mazo de 1977. En esa época esta chica de 17 años lideraba uno de los grupos estudiantiles del Instituto Remón Cantera que se oponía al régimen militar y la firma de los Tratados Canaleros.
Su caso forma parte del voluminoso informe de la Comisión de la Verdad sobre los crímenes perpetrados durante la dictadura militar que gobernó a Panamá durante el período de 1968-1989.
Muchos panameños, sobre todo los jóvenes, no se imaginan los tratos crueles que sufrieron muchos de los opositores a los militares. Se cometieron asesinatos, se torturó y fueron desaparecidas personas.
El tema de los desaparecidos forma parte de una asignatura pendiente por parte del Estado con los familiares de esas personas. Frente al tema hay que tener madurez. Más que el afán politiquero, se deben buscar mecanismos para profundizar las investigaciones que desarrolló la Comisión de la Verdad; y en este renglón los antiguos jefes castrenses deben brindar la mayor colaboración.
La cacareada obediencia debida, el código de silencio y el guardar las espaldas a superiores no tienen cabida frente a esos macabros hechos. La dictadura pasó a la historia, pero hay un grupo de familias panameñas, que no saben el paradero de los restos de sus seres queridos. Señores militares, digan de una vez por toda la verdad.
De qué valen reformas a los Códigos de justicia si todavía el país no ha cerrado capítulos como la de los desaparecidos, cuya suerte todavía se desconoce.
Al mismo tiempo, ya se deben iniciar los mecanismos para indemnizar a los familiares de las víctimas y tratar de completar las investigaciones pendientes.