Delicada es la palabra adecuada para calificar la acción del separado subdirector de la Policía Técnica Judicial, Erick Bravo Dutari, quien intentó encubrir un crimen para ayudar a conocidos y amistades.
¿Hasta dónde ha llegado la corrupción? ¿Quién se siente seguro en este país, si las propias autoridades tachan y borran nombres? ¿Hasta cuándo el pueblo resistirá tal desfachatez? No cabe duda que el vaso se está llenando de agua. La hora en que la gota llene el espacio total de ese vaso parece estar muy cerca por la gran cantidad de actos deshonestos en varias instituciones de la nación.
Primero, hace dos años, se denunció a la Asamblea Nacional; hace poco, a la Corte Suprema de Justicia y, ahora, en la Policía Técnica Judicial sale un bochinche que debe conocer el pueblo panameño.
Que bueno que el subdirector ya no lo sea más. Nadie con esta cualidad debe ocupar este puesto si se presta para amañar investigaciones delicadas como lo fue el caso de la joven Vanesa Márquez o quien quiera que sea.
La PTJ fue creada para servir de soporte a la justicia en materia de investigación, pero cuando ocurre este tipo de situaciones nada más nos queda revolver la mirada y sentir espanto por lo que ocurre con Panamá.
Hay que actuar temprano. Los escándalos están saliendo a flote como pedazos de corchos. Los panameños no debemos dejar perder la anhelada democracia que tanto nos ha costado, por ello, no debemos permitir que situaciones como éstas afecten la imagen de una nación que soñó con venderse transparente ante el mundo.
Dependerá, de ahora en adelante sobre esta y las demás investigaciones, lo que hagan las autoridades para que el panameño vuelva a creer en los que componen las estructuras del Estado.