Si alguna vez ha participado de una birria de baloncesto o fútbol, alguna vez se habrá encontrado con aquel juegador que se cree la súper estrella del barrio, y que no comparte el balón con nadie.
Apenas le dan un pase, se va dribleando solo de un lado a otro de la cancha tratando de hacerlo todo él solo. Jura que es el equipo de un solo hombre. Si le haces un pase a este individuo, puedes estar seguro de que jamás te la devolverá a tí o a nadie, aunque estés en mejor posición anotadora.
Se trata de personas que lo quieren todo para ellos: la gloria, el triunfo y el crédito. Pero nunca lo obtienen. Porque al igual que en el fútbol y el basket, la vida es un juego de equipo.
Estos birriosos quieren avasallar a todos sus contrincantes y desestimar a la gente de su propio equipo, llevándose todo el crédito. Pero cuando se da cuenta de que solo no se puede, se pone a berrear y a hacer espectáculos, asegurando que todo el mundo está contra él.
Son como Tony Montana al final de "Cara Cortada", tirándo balas a lo loco contra todo el mundo, hasta que pasa lo que tiene que pasar.
A veces uno siente que tiene que demostrar algo en la vida para que a uno lo respeten. Y es cierto; todos tenemos que mostrar nuestras cualidades para dar a conocer nuestra valía. Pero en esa búsqueda incesante de respeto y reconocimiento, algunos se desesperan más que los demás, y cometen errores de apreciación sobre sus propias cualidades y sobre la capacidad de los demás para ayudarlos.
Sienten que no quieren deberle nada a nadie, y eso es un error, porque venimos al mundo con una deuda con nuestros progenitores, y luego sumamos deudas con nuestros educadores, nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo y nuestra familia.
Dejémonos de tanta soberbia y compitamos sin estrés por nuestro lugar en la vida, porque hay bastante espacio aún para todos.