La promesa solemne de José Mujica como presidente de Uruguay ante su esposa, la presidenta de la Asamblea Legislativa Lucía Topolansky, marcó un hecho inédito en la historia del país y un punto culminante en una relación sentimental y de militancia política que perdura desde hace casi 40 años.
Años de guerrilla y cárcel, de trabajo y vida compartidos, desembocaron en la ceremonia celebrada en el Parlamento en la que Mujica prometió acatar la Constitución ante Topolansky, a quien le correspondió esa función por ser la más votada de todos los senadores en las pasadas elecciones.
Topolansky, de 64 años, es a partir de la fecha además de la tercera persona en el orden sucesorio de la República tras su esposo y el vicepresidente Danilo Astori, la primera dama del país, aunque formalmente esa figura no existe en Uruguay.
La relación entre Mujica y su "querida Lucía", como la llamó durante la ceremonia, comenzó en 1972, en los tiempos en los que ambos eran militantes clandestinos de la guerrilla del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), alzada en armas contra el gobierno democrático de aquel entonces.
Esa circunstancia, si bien fue difícil para que pudieran mantener una relación normal "por la velocidad que implica la vida política", no tuvo "menos poesía" que otras, según dijo la senadora en una ocasión.