La incompetencia es la ruina más escandalosa de nuestra existencia. Hago una visita a las comunidades enclavadas en las estribaciones de la cordillera central en cumplimiento del estricto periplo, para luego bajar a las nutridas áreas pobladas de las periferias en las ciudades, allí encuentro el vestiglo, adherido fuertemente al fondo de los infortunios.
Con las espaldas huesosas roídas de la hambruna sirviendo de cobija a la debilidad andante, donde el filo del escalpelo es abollado por las protuberancias salientes en inercias agoniosas. Y entregado a mis pensamientos doy marcha en círculo, sintiéndome atosigado de los entuertos en desvío de la salida, sin embargo me queda la sombra de inquietud que nace de los presentimientos casados con las dificultades, ordenados y confiscados por las reflexiones en los momentos cruentos. Aunque se afirma que lo brutal se ejecuta rápidamente, aquí se confirma lo contrario, la eternidad en este aprieto aconseja la sinrazón.
Estas son confidencias que jamás podremos olvidar, problemática que amerita una investigación en extremo minuciosa atendiendo a la increíble velocidad con que se desplaza, entrañando la horrible calamidad. El desatino, mayor consejero de los que nada tienen, extiende en las afueras de sus ranchos los brazos al cielo, lucimientos de plegarias, deseando Viva, Crítica en Líneamente lo imposible, la solución del sufrimiento que se perfila con caracteres imborrables e inamovibles. Para ellos todo es refractario y los días siempre guardan homólogas particularidades infranqueables.
En ese universo mental se interrumpe la claridad reinando la oscuridad. Usando el sedoso filo del liviano bisturí, ya en contacto con las vísceras del monstruo, es lógico que obre la prudencia en respeto de los órganos afectados, volviendo a cerrar el vientre palpitante por prevalecer entre nosotros la incapacidad económica que resuelve la patética y mortal necesidad; estrechez propia de los que tenemos cortos brazos de potencia para lograr los beneficios resolutorios.