Apenas trascurrió el primer día de carnaval y ya se reportan varias muertes por hechos violentos. Tres asesinatos se han perpetrado en las primeras horas del jolgorio que paraliza a la capital y a los pueblos del interior.
El licor, los celos y las diferencias entre pandillas han sido los detonantes de esas muertes que llevan luto y dolor a hogares panameños.
A menos que la sociedad haga un esfuerzo por controlarse, tendremos un carnaval con un gran saldo de sangre, En realidad la violencia sólo genera violencia y al final no resuelve nada. En un crimen siempre habrá dos víctimas: el que muere y el homicida que debe pagar su pena en cárceles que en vez de centros de resocialización, son verdaderos cementerios de vivos. Al mismo tiempo, el asesino deberá llevar en su mente el infierno que representa el remordimiento por arrebatarle la vida a otro ser humano.
El carnaval es para disfrutarlo sanamente, no para que se desaten las bajas pasiones. Si tiene algún problema con otro semejante trate de conversar y sino hay arreglo, es mejor retirarse que dejarse llevar por la rabia, el odio y el rencor.
Cuántas personas que han cometido un crimen no quisieran regresar al pasado para reparar el daño hecho. Ojalá se pudiera hacer, pero no hay un túnel del tiempo, que nos permita enmendar los errores y hay que vivir con ellos.
Usted que está al borde de cometer una locura medite mejor las cosas. El que esté al frente de un timón trate de manejar a una velocidad adecuada; no ponga en peligro su vida ni la de terceros. Sólo ejerciendo un adecuado control sobre nosotros mismos, podremos evitar que la desgracia toque en los hogares de muchos panameños.
El carnaval es para celebrar, no lo transformes en un momento para llorar.