La pena capital ha existido a la par con la humanidad. Actualmente la aplican noventa países en el mundo y entre ellos queremos destacar a China, que a pesar de contar con un desarrollo económico y cultural formidable, disuade exitosamente con el patíbulo, a que se cometan delitos graves. En la tierra de Confucio, macaco terrorista, secuestrador, asesinos o ladrón, macaco que rápidamente le dan un tiro en la cabeza sin mucho diálogo.
En Panamá durante la época republicana, no hemos valorizado en su justa dimensión, lo que representa la seguridad en un país de tránsito como el nuestro, de lo contrario la Constitución Nacional tuviese establecida la pena de muerte para ciertos delitos que perjudican la imagen de nuestra geografía.
El día que razonemos y nos demos cuenta los millones de dólares y oportunidades que estamos perdiendo con esta violencia y robadera casi incontrolable, estoy seguro que defenderemos ese recurso que no tiene precio (plusvalía), de ser posible con la horca. No puede ser que políticos y autoridades ante la terrible desvaloración que provocan asesinos, secuestradores y corruptos a nuestro suelo y a su gente, se reúnan sólo para cubrirse las bocas a dos manos, mientras desorbitan sus ojos como monos jujuná, ante la presencia de inefable tigrillo.
En Estados Unidos, pese a que es la mayor economía mundial y que cuentan con los mejores dispositivos de seguridad, el 75% de los ciudadanos está de acuerdo con la pena de muerte.
En Panamá, el valor de la vida y del país disminuye con cada asesinato. Da la impresión que los delincuentes, sean menores o mayores de edad saben que no les pasará mayor cosa y que el liquidar a otro ser humano es una gracia. Cada vez que matan para robar u ocurre un secuestro en nuestro país, resulta mortal para las presentes y futuras generaciones. Olvídese de las decenas de familias que lloran por sus víctimas, en un par de minutos podrían ser ustedes los difuntos, al menos defiéndanse proponiendo la pena de muerte, para que en e mejor de los casos, nos entierren en un Panamá menos devaluado.