Son tal para cuál, expresó un conocido al observar a una pareja. Su comentario no era inocente, sino que llevaba cierta dosis de veneno, dando a entender que las personas en cuestión eran de la peor ralea.
Me quede meditando su frase mal intencionada y tras un breve análisis concluí que quien disparaba sus dardos contra sus semejantes, no era mejor persona que los que eran blanco de sus ataques.
Así somos los humanos. Buscamos la brusca en el ojo ajeno sin mirar la viga en el nuestro. Todos tenemos virtudes y defectos. Lo que cuenta es reconocer nuestros errores y limitaciones; al mismo tiempo hay que hacerse el propósito de cultivar las virtudes para tratar de ser mejores seres humanos.
La censura del sujeto contra sus prójimos obedecía a que le asombraba que éstos hablaban sin tapujos de cualquier tema. En su reacción el amigo de marras asumía posiciones propias de un "mosquita muerto" y hasta se hacía la señal de la cruz, como diciendo: "oye éstos son el mismo demonio". Sin embargo, se olvidó de sus antecedentes y que yo sabía que en su interior lleva sus propios diablos que no los dejan vivir en paz.
Por eso es importante que cuando cuestiones a tus semejantes seas objetivo y primero revises si tú no cometes los mismos actos que pretendes censurar. Que el "Tal para Cuál" no te rebote como un boomerang y te pegue en la misma torre.
Hay quienes afirman que toda persona es como la Luna: tiene un lado oscuro que desea ocultar. No sé si eso es verdad, pero lo que cuenta es sujetar la lengua y no hablar mal del prójimo, cuando eres peor que él.