Es vergonzosa la actuación de una turba de estudiantes universitarios y de integrantes de la Federación Nacional de Servidores Públicos (FENASEP), que destruyeron la propiedad privada en isla Flamenco.
Aunque se pueda objetar el cobro de dos balboas para ingresar a esas instalaciones revertidas tras una lucha de generaciones, no se puede aplaudir las acciones vandálicas de tropas de choque.
Penetrar a un establecimiento privado y destruir a punto mazos una garita, es un hecho reprochable. Surge de inmediato una interrogante. ¿Qué hay detrás de ese tipo de actos?
Al mismo tiempo genera toda clase de suspicacias que los manifestantes salgan de la Universidad de Panamá, cuyo Rector es precisamente el presidente de la junta directiva de la Autoridad de la Región Interoceánica, instancia que ha objetado el cuestionado cobro.
No se puede apadrinar ese tipo de acto. Lo ocurrido en Flamenco nos trajo el recuerdo de un exlegislador de Colón destruyendo también a punta de mazo una de las casas construidas con fondos del MIVI; también nos refrescó el incidente de otro exlegislador del mismo partido que sacó un fusil AK-47 cuando inspectores de Aduanas iban a revisar su vehículo cuando salía de la Zona Libre.
Los que participaron en la protesta en Flamenco llegaron en un autobús que no era de la ruta; luego de ser detenidos por los antimotines la directiva de la ARI sale en defensa de éstos y no se presentan cargos. Nuevamente surge la pregunta ¿qué hay detrás de todo esto?
No se puede utilizar un reclamo justo como el rechazar un cobro para ingresar a las áreas revertidas, con el fin de ocultar otros fines.