A lo largo de la historia de la civilización humana, muchas han sido las religiones y sectas que han buscado adeptos a sus principios doctrinarios, empleando el recurso de la anunciación de los más oscuros presagios de destrucción del planeta y el inevitable y aterrador fin del mundo.
Es por eso que, con motivo de los recientes desajustes climáticos ocurridos en varias zonas del planeta Tierra, los prestidigitadores, brujos y falsos profetas, hayan comenzado a aprovechar el temor de las mayorías creyentes, asustándolas con la venida del Apocalipsis.
El final de todos los hombres que habitan la tierra, por efectos de plagas, sequías, fuego y desastres naturales de toda clase, es una advertencia contenida en los textos bíblicos.
Los relatos espeluznantes llegados de Asia, a raíz de la catástrofe natural que mató en pocas horas a miles de personas, es una prueba de la fragilidad de la especie humana y nos obliga a reflexionar sobre el paso fugaz de los vivientes sobre este mundo efímero y pasajero.
Tantas obras materiales, esperanzas y sueños destruidos en un abrir y cerrar de ojos, nos deben servir de escarmiento para no creernos superiores a nuestros semejantes.
Sirvan estos hechos de reflexión y arrepentimiento ante tanta arrogancia, crímenes, robos, violencia, maldad y corrupción, que asfixian y carcomen a la sociedad contemporánea.