Tengo motivos de sobra para pensar que el hogar y la escuela deben apretar el paso, desempeñando el rol que les compete y que la sociedad espera.
Y hoy, tengo que plasmar las aspiraciones de este artículo. Apoyándome en los firmes elementos que prohíjan la responsabilidad cuidadosa que exigen el escribir bien, sin faltas ortográficas ni sintácticas que tanto dan que hablar, por lo cual es reglamentario coordinar las palabras con la sucesión armoniosa de los sonidos, dándonos a entender con exigida corrección, afincándonos ordenadamente, aplicando las normativas gramaticales en cumplimiento del estilo académico.
Ahora bien, eh de dejarlo claro, tenemos que ajustarnos a la costumbre de expresarnos oralmente y por escrito, cumpliendo justamente con los acervos convenidos por las reglas que gobiernan enriqueciendo nuestro idioma.
Las escuelas claman por transformarse con urgencia en centros impulsores de cultura refinada donde el estudioso se sienta como pez en el agua, punto focal de fuente máxima de autoridad en total tarea acicaladora de conocimientos.
Tengo que entrar a definir los términos básicos que motivan y soportan el estudio de nuestra gramática. Ciencias del lenguaje: siendo el fenómeno lingüístico una complejidad, surge la necesidad de estudiarlo a través de muchas ciencias. Lingüística: ciencia general que lo estudia de una manera total. Filología: es la ciencia de las lenguas en particular. Gramática: ciencia que estudia las leyes y reglas que rigen a un idioma en un momento concreto de su evolución. Son cuatro las partes tradicionales de la gramática: Morfología: Estudia las palabras y sus accidentes. Sintaxis: Estudio de la palabra en la frase. Prosodia: Estudio de la palabra en su propia pronunciación. Ortografía: Estudio de la palabra en su recta escritura. He aquí los pulmones de la lengua, defendidos por la escuela nueva en su crecimiento y desarrollo formidable, unificando los criterios ambiciosos de plena evolución presente y futura.