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Pasados algunos meses de aquel encuentro con el Capellán y Everaldo, sucedieron los trágicos hechos de los “decapitados de Coiba”.  |
Este relato era inédito hasta ahora. Es un hecho de la vida real. Ocurrió aquellos trágicos días de los “decapitados de Coiba”. De este horrendo crimen, que estremeció las células de los panameños, no hablaré, porque no tengo los elementos necesarios para hacerlo. Pero si contaré la historia de “Everaldo” (nombre ficticio, por obvia razón) que fue víctima de los “decapitadores de Coiba” y de los “guardias”, por estar en el lugar y momento equivocado.
Un 16 de julio, día que se recuerda a Nuestra Señora del Monte Carmelo, mejor conocida por nosotros como la “Virgen del Carmen”, la del vestido chocolate, la del escapulario, el Capellán del Penal en la isla de Coiba había llegado ese día para oficiar la santa misa en honor a la Madre de Dios. De entre todos los presididarios, el Capellán se dirigió a Everaldo y le hizo entrega de su escapulario diciéndole, “que la Virgen te acompañe hijo mío”. ¿Porvqué a Everaldo si había cientos de reos? Nadie lo supo, ni se sabrá jamás.
Pasados algunos meses de aquel encuentro con el Capellán y Everaldo, sucedieron los trágicos hechos de los “decapitados de Coiba”.
Everaldo a quién le faltaba poco para cumplir su condena y regresar con su familia a la capital, vivió su peor pesadilla al encontrarse en el momento y lugar equivocado cuando fue sorprendido por los decapitadores que huían como almas que lleva el diablo hacia la espesura; antes le infligieron un castigo y una herida horrible que pudo haberse sentido por un tiempo indeterminado, percibidor abstracto del mundo. Ahí estaba tirado boca abajo muy mal herido en un camino que bajaba y se bifurcaba entre la muy confusa selva... aquello era una aflicción ver a ese reo tan expectable, sangrando por sus heridas y laceraciones.
La Guardia que buscaba afanosamente a los decapitadores encontraron a Everaldo agonizante; su cuerpo tenía un movimiento rápido, tembloroso, creo que en ese momento sentía polulación ante la muerte. Era cierto que Everaldo no pertenecía a la legión de hombres fiscales y rústicos inclinados a la lujuria de pandillas de sátiros y criminales que imperaba en Coiba aquellos días de la masacre y decapitadores.
El hombre estaba tan mal herido y con una boca de sed y hambre que se le podía ver la delicada osatura.
Al día siguiente con las claras del sol y los primeros cantos de los gallos, la policía interroga a Everaldo sobre los decapitadores, pero a pesar de los empujones, patadas y puñetazos, la respuesta que daba a sus interlocutores era muy perpicue, quizá por la golpiza él no estaba muy memorioso.
Los demás reos que pasaban inadvertidos por la indiferente recova de las barracas, no sabían que adentro un hombre mal herido estaba siendo interrogado con golpes y amenazas. El se aferraba s su vida, no tenia tiempo que perder en teatralería.
Con las heridas y laceraciones hechas por os decapitadores, más los brutales golpes de guardias que lo interrogaban sobre la masacre de la que él no sabía en absoluto, le sobrevino un ataque “cardio respiratorio, el hombre se moría. Pero al parecer la suerte de Everaldo estaba hechada, ya que para esos días no estaba programada ninguna visita de tierra firme a la isla de Coiba, donde pudieran utilizar un medio de transporte que lo llevara a un hospital cercano, además que el penal hacia unos días había recibido las provisiones necesarias para varias semanas, por lo que la llegada de algún medio que pudiera trasladarlo era imposible.
Cuando le dio el ataque cardio pulmonar cayó al suelo boca abajo y logró asir el “escapulario” que le había regalado el Capellán y entre gemidos decía: “No me dejes morir Madre de Dios, Madre Mía”. Esa voz (que venía de una de las barracas) articulada con moroso deleite, un discurso o plegaria o incautación, era como especie de una oración mágica.
Con esto, Everaldo esperaba la inminente ayuda celestial. Repentinamente, y de la nada aparece un helicóptero y se posa frente a la barraca donde yace el moribundo. Era el Capellán quien acompañaba a unos extranjeros en una misión especial sobre los Derechos Humanos. Esa visita no estaba programada. Inmediatamente, Everaldo fue puesto en el helicóptero especial y trasladado al Hospital General en Santiago de Veraguas, donde llegaron a tiempo y le salvaron la vida.¡Que grande es Dios, y que buena es su madre que escucha a sus hijos en apuros! La entrega del escapulario por parte del Capellán aquel 16 de julio, día de la Virgen del Carmen. La petición que hizo a la Madre de Dios para que le salvara la vida, fue escuchada. Donde quiera que esté Everaldo, (como se llame) en la capital, con esta experiencia ojalá sea un hombre de bien y que propague el “Milagro del Escapulario”.
MORALEJA: Aunque camine por caminos oscuros, no temo... porque “María” tú vas conmigo. |