No hay excusa alguna para que alguien en este mundo esté "grajiento", como se dice vulgarmente. Sencillamente no la hay.
Con tantos desodorantes de diferentes marcas, tamaños y olores, las únicas explicaciones para los "golpes de ala" que sentimos por ahí son: 1. Sencillamente no usan desodorante, o 2. Tienen días de no bañarse.
Y aún existen opciones para los que están demasiado limpios o son unos duros. Antes de que los desodorantes llegaran a los estantes de las tiendas, todos se las arreglaban con jugo de limón o bicarbonato.
A diferencia de lo que muchos creen, afeitarse las axilas no elimina ni reduce la intensidad del mal olor por sudoración. En realidad, el efecto es peor, ya que el sudor en vez de quedarse en el vello corre hacia abajo del tórax y hacia los brazos. El mal olor siempre estará ahí porque lo que lo causa no es el vello, sino la acumulación de bacterias en el área de la axila, que casi siempre está cerrada.
Otro error que muchos cometen es ponerse desodorante sin bañarse. Recuerden que el desodorante sirve más como una prevención temporal que como una cura para el mal olor. Si ya estamos olorosos, aplicarnos desodorante no ayudará en nada; sólo cubrirá el grajo, y el resultado será una extraña combinación de humores entre grajo y desodorante, pero el mal olor no desaparecerá. Hay que lavarnos las axilas con agua y jabón antibacterial para acabar con los gérmenes. Y luego viene el desodorante, que puede protegernos de forma segura solo hasta por 24 horas. Tampoco espere milagros.
Cuide mucho su aroma personal. De ello depende que se le abran las puertas, o se las tiren en la cara. Un feo o una fea pueden agradar si tienen gracia. Pero un olor desagradable definitivamente que causa el rechazo instantáneo de el 99.999% de las personas.
Si uno huele mal, fácilmente surgen en las mentes jucios negativos sobre nosotros. "Si este hombre no cuida su propia higiene, no puede ser bueno para ninguna otra cosa", pensarán muchos, aunque suene exagerado. Ante los ojos del prójimo, no se puede ni trabajar, ni viajar, ni fiestar, ni convivir con un grajiento. Sencillamente es insoportable vivir con el olor.
El "golpe de ala" es el enemigo número uno de la socialización. Tenga en cuenta esto siempre.