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¡Cuidado con la ira!

Romulo Emiliani | Moneñor

La ira es como una tormenta en el mar que no respeta nada de lo que aparece en su entorno, pero con otro ingrediente: las olas continúan mucho después que la tempestad se apacigua. La turbulencia de la ira no puede aquietarse al instante. La ira asciende en intensidad hasta convertirse en "un enjambre de avispas" que ataca, dejando heridas serias en el cuerpo de la víctima. La excitación de la ira enciende energías escondidas que como un volcán en erupción estalla llevando a la destrucción de otros y de uno mismo.

Mucha gente padece de explosiones de ira que aún después de un largo rato de haberse dado siguen ocasionando malestar mental y físico. Lo peor es que la trascendencia de su ira en otras personas dura más tiempo y con consecuencias peores que las suyas. En los peores momentos de los estallidos de ira se activa una corriente de sentimientos destructivos que ciega a la persona y la hace decir palabras hirientes y aún agredir físicamente.

La persona se embrutece y "esa bestia" interna que tenemos más o menos controlada, se levanta y ataca todo lo que encuentre por delante. Estas reacciones emocionales ha destrozado matrimonios, aniquilado familias, echado a la ruina empresas y ha provocado crímenes horrorosos. El gran reto nuestro es controlarnos en las situaciones más adversas. Esto implica mucha personalidad, conocimiento de uno mismo y cercanía al Dios de la Paz.

Se aconseja pues no tomar tan en serio las ofensas y olvidar lo dicho. Desenmascarar esa falsa necesidad psicológica de vencer siempre a las personas. Es más cristiano intentar siempre reconciliarse con una persona a la que se considera un enemigo que vencerlo.

Por otra parte es bueno analizar lo que dice su supuesto enemigo. Algo de verdad puede haber. Aceptar la crítica con nobleza. Lógicamente hay que saberse defender con medidas adecuadas dependiendo de la agresión, pero sin caer en el odio. Y claro, hay una santa ira que hizo a Jesús expulsar a los mercaderes del templo. Cuando esté en juego su integridad moral y su fe o la defensa de los derechos de otras personas que están siendo destrozados por la perversidad, deje que la ira impulsada por el bien defienda la causa de la verdad y la justicia. Y recuerde, si pide al Señor con fe, El lo librará de la ira destructiva, porque con El usted es invencible.



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