En su día dije que Crossing Over sería "una de esas películas entretenidas y con un puntito de sensibilidad" y no podía estar más en lo cierto. La cinta de Wayne Kramer entretiene lo suficiente como para gustarte, es coral hasta tal punto de que algunas historias terminas creyéndotelas (otras no) y es sensible. Sensible porque, sin lugar a duda, la inmigración ilegal es un asunto complicado, y aunque en el cine se hacen reales esfuerzos por intentar reflejar ese verdadero sufrimiento de ser un "ilegal" o un "sin papeles", estoy seguro que en la vida real el sufrimiento aún es peor.
La idea central que se mueve en las cabezas de todas y cada una de las personas que salen en el filme es la inmigración ilegal en Los Ángeles. De ese modo y bajo esa idea se van articulando todas las historias. Desde una familia asiática en la que uno de sus hijos se convierte en la oveja descarriada hasta un joven cantante que se hace pasar por judío para alzarse con la ansiada nacionalización. Un jefe de policía cuyo trabajo no le deja dormir, y un tema recurrente, el miedo americano a los ciudadanos de origen árabe (en este campo aciertan en algunas cosas, pero exageran en otras).
Aunque la cinta pueda albergar cierto tono crítico hacia la sociedad americana, también se nota demasiada bandera rojiblanca y azul con estrellitas blancas, de esas que tanto gustan al otro lado del charco.