Cocinar no es un arte de chefs ni reposteros. Tampoco es una forma de impresionar a las visitas. Es una habilidad esencial para la supervivencia. Y eso es tan cierto para los Homo Sapiens de hoy, como lo fue hace un millón y medio de años para los Homo Erectus, los Neanderthal y los Cromagnon.
Hay que aprender a cocinar. Es justo y necesario.
De hecho, es algo aun más importante que aprender a conducir. Y se los dice alguien que aprendió a hacer lo segundo 15 años antes de lo primero. Ahora -cuando veo lo fácil que es hacer una paila de arroz, freír un bistec y preparar unas lentejas- me arrepiento por todas esas idas innecesarias al auto rápido de los restaurantes de comida chatarra.
Revisando a todos amistades y conocidos dizque "sofisticados" que tengo, muchos de ellos entran en la vergonzosa lista de los que solo tienen tres posibles proveedores de alimentos: el restaurante, sus esposas, o su mamás. Esto es patético.
Saben mucho de hacer negocios, de manejar el blackberry, de comprar por Internet. Y de hecho, se saben todos los platos de los restaurantes que frecuentan. Te hablan sobre la textura de la comida, de la mezcla de sabores, de que si este ingrediente combina con el otro y todo ese bla, bla, bla. Pero no saben ni cómo hervir un huevo.
Si se tomaran el tiempo para buscar las recetas de sus adorados Buffallo Wings o su Caesar Salad, se darían cuenta de que no toma ninguna ciencia para prepararlos en casa.
Y esta destreza tan esencial, tan imprescindible, tan básica, es enseñada en el 99% de los casos de forma artesanal. Hay escuelas de cocina en Panamá y en todos lados, pero afortunadamente nadie necesita un título de Cordon Bleu para aprender a cocinar platos finos o de fonda. Solo se necesita de una persona con conocimiento que nos oriente, ciertos conceptos básicos en cuanto a la sazón básica, practicar y mucho sentido común. En una semana puedes aprender a cocinar lo básico para sobrevivir por tu cuenta, y tener los conocimientos necesarios para desarrollar tu propio estilo de cocina.
De hecho, la satisfacción de haber cocinado un platillo que guste a tus seres queridos y amigos es un sentimiento incomparable. Más aún es el de cocinar la comida de la forma que exactamente te gusta. Nada de ingredientes desagradables o sabores raros. Lo mejor es comer comida tuya, hecha por tí y para tí.
