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Imposible olvidar

Miguel Antonio Bernal | Catedrático titular

El 19 de diciembre, se cumplieron veintinueve (29) años de la salvaje golpiza que me propinaron los agentes del Gobierno militar. No puedo ni debo evitar que el recuerdo se apodere de mi memoria, de mi corazón, de mi cuerpo.

A las cuatro de la tarde de ese 19 de diciembre de 1979, nos congregamos en el atrio de la entonces Iglesia Don Bosco para protestar contra la llegada del Sha de Irán. Jimmy Carter envió el Sha a Panamá que, ya para entonces, era lo que sigue siendo hoy sin dictadura militar: vertedero de desechos políticos no reciclables.

Dos oficiales de la Guardia Nacional amenazaron: "no puede haber marcha por órdenes superiores". Decidimos iniciar la protesta pacífica. En cuestión de minutos, decenas de guardias uniformados, motorizados y G-2 aparecieron por montones. Caminé hacia ellos, solo. Pensé que querrían parlamentar. No había terminado de llegar cuando el jefe de los motorizados, Tomás Herron De Diego, se abalanzó y me entró a golpes. Puñetazos y puntapiés cayeron sobre mí, al tiempo que gritaba junto al tenebroso G-2, Fritz Gibson Parrish, alias Sangre: "Aquí está Bernal". Una mancha de palos, manguerazos, golpes de todas clases y de todos lados llovió sobre mi cuerpo. Me tiraban al piso y pateaban. Doña Elvia Lefevre, Víctor Navas King y una dama desconocida, se metieron en medio de la golpiza en desesperado esfuerzo por impedir la tortura. Nunca he dejado de saber que esos golpes, que ellos recibieron, me salvaron la vida.

La salvaje tortura pública duró una eternidad. Por ello, el recuerdo persiste. Primero me llevaron al Cuartel central, cuando vieron que me moría, me llevaron al Santo Tomás... convulsionando. En forma agravada, intencional, premeditada fui salvajemente maltratado físicamente, en un acto cruel, inhumano y degradante. Poco les importó a los autores dado que sabían que el manto de la impunidad los arroparía siempre.

Pasada la invasión, ilusamente pedí se iniciara un proceso penal contra el supuesto culpable o culpables... Todo quedó y sigue impune.

Tengamos presente con Galeano que: "...La memoria despierta es contradictoria, como nosotros; nunca está quieta, y con nosotros cambia. No nació para ancla. Tiene, más bien, vocación de catapulta. Quiere ser puerto de partida no de llegada. Ella no reniega de la nostalgia; pero prefiere la esperanza, su peligro, su intemperie. Creyeron los griegos que la memoria es hermana del tiempo y de la mar, y no se equivocaron". [email protected]



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