Sí, no se preocupe, como somos energía convertida en materia, todo se transforma y seguiremos "vivos" de otra manera en la naturaleza. Nos fundiremos en todo lo que existe y apareceremos en la tierra, el aire, los ríos y los mares y seguiremos "siendo de otro modo".
Pero esta respuesta a mí no me satisface plenamente, ya que yo soy algo más que energía. Soy energía materializada que piensa, ama, llora, tiene metas, sonríe..., soy persona. También resucitaremos en las buenas obras que hagamos y que moverán a su manera el mundo hacia delante, ya que todo lo que se hace por los demás estará influyendo por generaciones de manera positiva la historia. Pero esto no llena todas mis aspiraciones, porque "mi yo" personal �dónde queda? Sí, también resucitaremos en los demás que guardarán un buen recuerdo nuestro en sus corazones y agradecidos por lo bueno que hemos hecho por ellos, nos tendrán presentes en muchas ocasiones. Esto es lindo, pero no me hace plenamente feliz porque yo también tengo en mi corazón a otros que han fallecido y no quisiera que se "murieran otra vez" cuando yo me vaya de este mundo. Algunos pocos tendrán el honor de que les hagan monumentos, biografías y sus fotos están colgadas en colegios y universidades, pero y �y qué? Eso no sirve de nada para el que murió porque ni se enterará de tantos homenajes.
Pero la gran noticias ya anunciada tímidamente en Israel y confirmada por la Palabra hecha carne en Jesucristo es que �resucitaremos! Y viviremos plenamente sin dejar de ser cada uno, con su identidad y personalidad.
Esta verdad de nuestra resurrección nos da el sentido profundo de la vida necesario para peregrinar por este "valle de lágrimas" con alegría, optimismo, valentía y coraje, soportando todo lo que venga, sabiendo que al final el triunfo de la cruz de Cristo sobre el mal hará que la verdad, la felicidad, el amor, la justicia y la paz imperen. Y todo esto vivido desde la total plenitud que nos da el ser resucitados. �Resucitaremos!, y este mensaje que es promesa de Dios, y �l nunca falla, es el aliciente, el estímulo permanente que nos anima a caminar sin desfallecer en un mundo donde seremos fieles si permanecemos en el Señor, con quien somos invencibles. Amén.